miércoles, 18 de abril de 2012

El poder de las palabras

Todo comenzó con Bosque. No el Marqués investido tras el triunfo de su equipo en el llamado en España "Deporte Rey" (no confundir con "Cristo Rey", que es otra cosa). Tampoco fue el clamor de la caída de un árbol el que desencadenó la serie de pensamientos que siguen. Fue un tal Ignacio Bosque, y hablaba del moderno feminismo en el lenguaje.

Vaya por delante que lo primero que pensé al leer su artículo en El País (04/03/2012) fue que si el firmante era Catedrático de Filología Española, podía asistir mucha razón a quienes dudaban de la calidad del sistema educativo español. Después, afortunadamente, recordé que aun en ciertas áreas de las llamadas Humanidades era frecuente que intentasen actuar como si la Ilustración nunca hubiese sucedido.

En otro artículo de El País (19/03), Pedro Reyes añade "la polvoreda levantada por las distintas Academias", en alusión explícita a otra joya española: el Diccionario Enciclopédico de la Academia de Historia y sus curiosos conceptos de "dictadura" y "autoritarismo".

Los demás son hipócritas

Mientras pasaban los días y se escuchaban todo tipo de críticas hacia Ignacio Bosque y muchísimas sandeces tratando de defender postulados muy próximos a los suyos, han pasado, como era de esperar, muchas otras cosas. Entre ellas en su programa semanal Redes emitió el capítulo "El lenguaje está diseñado para confundirnos". En él Punset entrevista al sicólogo evolucionista Robert Kurzban, autor de un libro de título tan irreverente como descriptivo: Why everyone (else) is a hypocrite ("Por qué (los demás) somos(son) hipócritas".)
En la entrevista, Kurzban afirma que el lenguaje evolucionó para manipular el entorno, incluyendo a las personas que nos rodeasen. Incluso, que es la idea central del libro, que nuestro cerebro llega a engañarnos sobre nosotros mismos, por ejemplo dándonos una imagen mucho más positiva que la real.

La primera vez que leí afirmaciones similares fue en la obra "El Gen Egoísta" de Richard Dawkins, en su 2ª edición. La idea general es que el lenguaje tiene sentido cuando un animal de un grupo trata de influir en los demás. Y, por supuesto, la mayor parte de las veces será fruto de un comportamiento egoísta.

Kurzban va un poco más allá y generaliza mucho más el egoísmo como objetivo del lenguaje, fruto según su teoría de que es nuestro cerebro el que evoluciona en un mundo muy egoísta. Por supuesto, el cerebro establece una serie de mecanismos para que el individuo no tenga una concepción egoísta de sí mismo: engáñate a ti mismo para engatusar al mundo.

Dawkins no era tan extremo. Afirma que si bien en general habría recompensas para los individuos que aprovechasen su egoísmo, también sugiere que podrían haberse introducido en la Evolución mecanismos que detectasen a los individuos más embusteros. Por ejemplo, la propaganda emitida por los machos debe ser verídica, ya que hembras que no se dejasen engañar tenderían a ser favorecidas, ya que mentir sobre ciertos atributos no pasaría la prueba de la realidad: ¿de qué vale decir que se es fuerte si ante el primer rival perdemos sin remisión? Y una vez dicho que somos fuertes, no vale con echarse atrás y disimular.

Animales de costumbres

Uno de los efectos más significativos de la irracionalidad del comportamiento humano es su adaptación a los hábitos. Así, el ser humano es capaz de adaptarse a cualquier circunstancia que sea rutinaria. Es como si el cerebro descartase todo lo que es repetido día a día y se centrase sólo en las diferencias. Nos es tan sencillo acomodarnos al lujo más vanal como a las condiciones más extremas.

Bueno, puede ser cierto que para adaptarse a las condiciones más extremas sea importante el condicionante físico: personas con peor salud o peor constitución física tendrán los problemas inherentes a tales limitaciones. Sin embargo, la mente, que es lo importante, resiste.

Cuando era niño y veía películas (hoy es cine clásico) o leía libros, siempre me pregunté por qué un esclavo no huiría o al menos no estaría dispuesto a enfrentar el mundo cual Espartaco. Obviamente, había muchos relatos heroicos sobre esclavos enfrentando al Imperio de turno, pero si eso hubiese sido general, era poco probable que hubiese existido la esclavitud por sí misma.

Como todo, las respuestas comienzan a llegar con la edad. El Ser Humano se acostumbra a lo que sea preciso mientras se le permita sobrevivir. Al mismo tiempo, es previsible que se ejerciese sobre ellos un periodo de "acomodamiento", en el que instintos como sobrevivir o el miedo a sufrir estuviesen más presentes que la necesidad de ser libre. Es muy probable también que se les robase su identidad individual. Y, lo que fue más trascendente, es probable que, pese a todo, no viviesen tan mal.

Generalmente, al pensar en la esclavitud pensamos en las Minas de los viejos grandes imperios. Pero basta considerar la vida normal en la Edad Media para tomar un nuevo punto de vista.

¿Qué tiene que ver esto con mentir? lo cierto es que en tales circunstancias es fácil que el cerebro haya evolucionado para tener un concepto del propio individuo distinto a la realidad: no es probable que si nuestro cerebro fuese honesto la esclavitud o el vasallaje debieran haber prosperado.

También es sencillo entender que nuestro cerebro tiende a desechar cualquier cosa que no coincida con lo que nos hace creer. Cambiar una idea supone afectar también a todo aquello que nos había llevado a tener la idea previa en primer lugar. Ese es el motivo por el que muchos pretendemos entender qué es lo que nos hizo creer en una cosa, por qué pensamos de una forma determinada.

Todo vuelve


Las modas se repiten cada pocos años. En este principio del siglo XXI, el único motivo por el que no suele verse una moda determinada es precisamente por la globalización y el mayor conocimiento intercultural. No se trata de que la sociedad no copie lo anterior, sino que buena parte de esa sociedad puede estar copiando las modas y hábitos de otros lugares. Así, lo que se suele dar con mayor frecuencia es una cierta mezcla donde los elementos culturales de una época o lugar son quizá predominantes, pero no tan absolutos como en décadas anteriores cuando las únicas influencias eran las impuestas por el mundo anglosajón a través de la música Pop y el cine.

Sin embargo, las modas no son más que otra de las manifestaciones de que nuestros cerebros se limitan a copiar patrones y realidades conocidas, antes que inventar cosas nuevas. Lo dicho para una moda en el vestir puede aplicarse a la música y a cualquier manifestación cultural... y no hay razón para extender esto a las ideas.

La Revolución Industrial pilló al mundo a pie cambiado. Mientras comenzábamos a enterarnos de que el Ser Humano podía pensar y encontrar su lugar en el mundo, el modelo productivo de parte del mundo (las entonces potencias colonizadoras: Reino Unido -y después USA-, Francia, Alemania, etc.) cambió súbitamente. Los campesinos se hartaron de vivir a expensas de que un temporal los dejase sin cosecha, y previsiblemente lejos del alcance de la caridad del Rey de turno, y comenzó una imparable mudanza hacia las ciudades para ser explotados en las incipientes fábricas. Eso nos enfrentó a problemas propios derivados de la nueva organización de nuestras vidas (véase Tiempos Modernos de Chaplin, 1936) y cambió para simpre el modelo de clases: la burguesía reemplazó casi por entero a la nobleza, o la absorbió; las luchas de clases fueron el motor de la historia interna de los países, como expuso Marx; la densidad de las ciudades aumentó brutalmente, y el número de estas respecto al total. Donde sólo una porción insignificante de los habitantes de un país vivían en las ciudades, con la Revolución Industrial la tendencia se invierte.

Y por supuesto, el ser humano no estaba muy acostumbrado a vivir tan apretujado.

Una de las manifestaciones más curiosas del rechazo a la industrialización es el movimiento denominado Romanticismo. Dicho movimiento desafía al nuevo mundo con cada vez menos secretos (y misterios) y a una nueva sociedad que sigue otras reglas. Nuestro aprecio del romanticismo no sólo se debe a su belleza intrínseca, sino también nuestro apego a un sistema de vida que se va volviendo obsoleto a medida que el ser humano avanza.

Por supuesto, la industrialización es un problema también para las clases dirigentes. La creciente tecnificación de la producción hace que los obreros lentamente se salgan con la suya. En primer lugar, le da cierto tiempo libre, en comparación con la vida campesina (si bien, el cómputo del trabajo anual favorece a éste, al no depender de las inclemencias del tiempo en el cómputo general el obrero puede aprovechar maś el tiempo libre); en segundo lugar, favorece la creciente alfabetización, ya que la necesaria cualificación de los obreros implica que estos tengan cada vez más formación.

Por otro lado, la ciencia progresa en un círculo que realimenta el proceso de tecnificación de la producción. El ser humano se ve cada vez más cerca de liberarse del yugo de la enfermedad o la vejez gracias al consecuente progreso de la sanidad (que los obreros consiguen extender a la sociedad ya que obreros sanos producen más que los enfermos).

Naturalmente, como casi todo en la historia humana, esta evolución está plagada de violencia. Las luchas sindicales rara vez fueron tímidas y pacíficas; dos Guerras Mundiales; alguna que otra Guerra Civil. No, la evolución de estos últimos 200 años está muy lejos de haber sido idílica.

No obstante, la resistencia de unos y otros no ha servido más que para ralentizar la evolución de la sociedad, mas no para detenerla. De hecho, en los últimos 50 años el nivel de violencia mundial ha disminuido, a la par que ha aumentado bruscamente la esperanza de vida (salvo en África sub-sahariana, donde el cambio es más tenue).

El Hombre y la Industria


Si la relación del ser humano con el proceso de industrialización fue muy conflictiva, la relación de la industrialización y la alfabetización con los supervivientes de los antiguos esquemas dirigentes no ha sido mejor. ¿Por qué iba por ejemplo la Iglesia Católica apoyar a una sociedad que cada vez la necesita menos? y es que pese a toda esa conflictividad aun latente, lo cierto es que tanto la nueva clase burguesa como la cada vez más extendida clase trabajadora han sido capaces de acercar posiciones. Y la ciencia ha proporcionado al ser humano, por primera vez, una parte de las promesas de la Iglesia (y la cultura ha permitido soñar con que la ciencia proporcionaba al ser humano todos los dones prometidos por los dioses anteriores). ¿No habría de haber reacciones?

Pero si bien son los más afectados, los dirigentes de las distintas iglesias no son los únicos afectados por la construcción de la nueva sociedad. La evidente conflictividad entre la nueva clase dirigente y la clase trabajadora, los problemas derivados de una sociedad más urbana (más interrelaciones personales, más conflictos) e ingenua (descartar el efecto de la contaminación de los procesos industriales, que aun no son tan familiares como nos gusta creer) a la vez que orgullosa (descubrimos que somos animales con capacidad para ser racionales como nos prometieron los filósofos griegos, pero no queremos entender que eso no significa que hayamos dejado de ser los animales irracionales resultado de la Evolución Natural), se suman y provocan que los que antes serían los más partidarios de quitar el poder a nobles y sacerdotes acepten buena parte de sus postulados.

Así, naturalmente, la industrialización se vuelve mala per se. No importa que las clases bajas de los países más industrializados sean las que disfrutan de mayor y mejor vida: eso no es relevante.

Otros olvidan también que los países industrializados eran precisamente los que tenían colonizado al resto del mundo. Su insdustrialización se realizó con las materias primas de otros países. Se asume que todos los países del mundo podrían tener los mismos recursos que todos los demás, que simplemente hay un problema de reparto, y no de cantidad.

Por supuesto, a nuestros cerebros les gustan más las ideas simples que las complicadas; éstas pueden afectar a más cosas de las que ya tenemos en nuestro cerebro y por tanto más difíciles de implantar. Hay una postura "idealista", que supone que todo debería ser bonito y "natural" (como decían los románticos, respecto a su mundo de nobles y vasallos campesinos) aunque no suelen detallar cómo podría hacerse esto; y, evidentemente, está la postura contraria, que dice que todo lo nuevo es "guay" y será más "guay" si se industrializa todo (naturalmente, para las nuevas clases burguesas). Defender posturas intermedias es siempre interpretado como estar en uno u otro extremo.

Todo por un limón


Hace tiempo resultaba popular un documento supuestamente filtrado por un hospital. Recuerdo ver un ejemplar en una copistería, y me sorprendí cuando mi hermana me contó que habían estudiado su contenido -aunque no directamente de ese documento, sino como "lección del profesor"- en su clase de bachillerato.

En el documento se detallaban los aditivos alimentarios habituales que supuestamente eran peligrosos. Por supuesto, era un gran secreto a voces que la industria alimentaria usaba aditivos peligrosos para la salud. Se daba el código del aditivoy el efecto que supuestamente tenía.

Recuerdo que lo primero que le dije a mi hermana cuando me había comentado esa lección: "me preocuparía más lo que no dicen que le echan". Por supuesto, Internet no estaba tan extendido como ahora y no era tan sencillo comprobar cualquier afirmación de este tipo.

Sin embargo, la coincidencia quiso que yo conociese el aditivo "estrella" de la lista: el E:330, que merecía tener su propio cuadro y una mayor advertencia: "El más peligroso!!! Muy cancerígeno".

Ni siquera cuestiono si puede ser o no muy cancerígeno. Simplemente sabía que el Ácido Cítrico es lo que da nombre a los cítricos (limones y naranjas, por ejemplo) y cualquier cosa que puedas decir de su ácido debería poder ser aplicado a los productos que lo traen naturalmente.

Por supuesto, nuestro cerebro sería muy pobre si un hecho sencillo pudiese desbaratar una teoría conspirativa estándar. La respuesta a que en realidad los aditivos listados eran en realidad nombres en código para productos naturales, fue sugerir que era el uso lo que hacía que tuviese un efecto positivo o negativo. Así, había u uso natural del Ácido Cítrico (y bueno) en contraposición al uso artificial (y malo). Siempre me llamó la atención la especial diferenciación entre lo natural (producto de la naturaleza) y lo artificial (producto de la creación humana): es como si el Ser Humano fuese una excepción en el orden natural y pudiese realizar cosas que no forman parte de la naturaleza, de forma curiosamente similar a lo que establecen las religiones (que distingue el mundo natural del humano, para pedirle cuentas a los seres humanos de sus actos).

No cuestiono que algunas industrias alimentarias no puedan usar aditivos peligrosos; simplemente el hecho es que es poco probable que en tal caso sean aprobados. En todos los estados suele haber una reglamentación precisa y suele también ser "causa de interés nacional" (que permite reglas excepcionales que no podrían aplicarse en otros comercios). Hay muchos investigadores de muchas universidades vigilando estas cosas y no es sencillo que se pase por alto. Al contrario, a veces hacemos oídos sordos a sus consejos, cuando desafían nuestro naturalismo: así sucede cuando cuestionan los asados o las patatas fritas.

Recientemente se retiró un aditivo utilizado creo recordar por parte de Coca-cola. Lo cierto es que sería peligroso bebiendo cientos de litros al día, y aun así fue retirado.

La luz


Uno de los iconos más frecuentes del mundo del cómic es la bombilla iluminada, que representaría la llegada de La Idea.

Podría ser paradójico que la idea que alimenta una nueva teoría conspirativa fuese una bombilla. Al parecer hay una en un parque de bomberos de USA que tiene más de cien años. Esa bombilla metafóricamente ilumina la idea de lo que se da en llamar "obsolescencia programada" y es base a un documental del mismo nombre que, como la lista de aditivos de antes y tantas otras teorías, resurge periódicamente siguiendo un patrón similar.

La idea es simple: las cosas que consumimos en nuestra sociedad consumista duran muy poco de forma intencionada: las industrias conspira para que duren cada vez menos y alimentar así este sistema consumista.

En primer lugar debemos aclarar algún concepto. "Consumismo" es el nuevo nombre para el hedonismo humano, en este caso asociado a la industrialización. Si la industrialización era mala, la sociedad consumista debe de resultar su producto y por lo tanto ser mala también. Buena parte de la industria produce juguetes que compramos, pues nuestra abundancia relativa de bienes hace que dispongamos de tiempo y recursos para invertir en tales juguetes.

Por supuesto, si lo cierto es que el acceso a recursos es muy desigual en el mundo e incluso dentro de la mayoría de países, el consumismo es un problema cierto. Sin embargo, en países donde hay menos asimetría en el acceso a los recursos, el consumismo se tiene como un problema menor. Así, no es el uso de los recursos, sino el acceso a los mismos, el problema. Como sabíamos antes de tanta teoría. El problema es que el "seudonaturalismo" del que hablé antes limita las condiciones en las que se pueden producir recursos a los que acceder. Y es cierto también que no todo el mundo podría tener tantos recursos. Tal postura no quiere ni oír hablar de lo que la ciencia tiene que decir al respecto: en línea con el pensamiento monacal, si hay pocos recursos, en lugar de producir más simplemente hay que consumir menos. Nótese que ésta es la idea central de los gobiernos europeos de estos últimos 10 años., Y nótese que así nos va.

Independientemente de las falacias sustentadas en el documental, la teoría de la "obsolescencia programada" se sustenta en dos elementos: la reposición y la confiabilidad.

La reposición permite que cualquier elemento de un sistema se puede reemplazar fácilmente. Así, si la bombilla de los bomberos finalmente fallece en un atentado, basta con desenroscarla y reemplazarla por otra. Esta nueva bombilla tendrá las características adecuadas para encajar en el mismo sistema y reemplazar a la anterior de forma efectiva (esto es, que funcione).

La confiabilidad permite saber que una cosa funciona como se espera. De hecho, la definición moderna de calidad no tiene en cuenta lo bien que el elemento de turno desempeña su función o su durabilidad, sino que cualquier elemento producido en un sistema de producción masivo tendrá similares características a otro elemento producido en el mismo sistema de producción. A mayor calidad, mayor parecido en las características, siendo la calidad ideal la que permite saber a ciencia cierta como será un producto a raíz del uso anterior de un producto procedente del mismo sistema.

La principal falacia del documental está en usar "calidad" en el sentido de que un producto debe de ser lo mejor posible (costar poco, consumir -en su caso- poco, reemplazarse fácilmente y durar lo más posible). De ahí se sigue que las industrias invierten recursos en disminuir la calidad de sus productos para lograr altas tasas de reemplazo, obviando de forma curiosa ideas tales como costes, precios de venta, etc.

Uno podría preguntarse por qué una industria necesitaría conspirar para aumentar la tasa de reposición de sus productos. La respuesta es, según dicha teoría, obvia: sería la forma de garantizar que ninguna otra empresa produce productos con menor tasa de reemplazo. La teoría no se molesta con detalles accesorios como por qué dicha conspiración funcionaría: siendo toda empresa una actividad fundamentalmente egoísta basada en la maximización del beneficio, cualquier industria tendría muchos motivos para incumplir el pacto, ya que se supone que los clientes comprarían bombillas mejores. A esta objeción, se responde que los clientes no tendrían necesariamente por qué comprar las bombillas mejores, pero eso nos devuelve a la pregunta de para qué conspirar en primer lugar.

Un ejemplo muy divertido de todo esto son las bombillas llamadas "de bajo consumo". Dichas bombillas son mucho más caras (4 o 5 veces), consumen 5 veces menos y duran hasta 10 veces más. Sin embargo, no parecen haber hecho mucha mella en la demanda de las bombillas convencionales, al punto de que en su momento el Ministerio de Industria español llegó a regalar bombillas de bajo consumo y restringir la producción de bombillas convencionales en medio de una crisis energética.

Lo cierto es que es una explicación más simple pensar que producir muy barato es muy barato, de forma redundante: cuanto más disminuyes costes, más barato resulta producir, y si sube la demanda a consecuencia del bajo precio más barato resulta aun aumentar la producción. Eso no quiere decir que no haya un hueco en el mercado para productos que cumplen la definición de calidad utilizada por la teoría, sino que ratifica que dicha teoría es innecesaria.

En realidad, el problema del consumismo no está en hipotéticas conspiraciones para hacernos comprar cosas que se supone que no necesitamos, sino en todo caso en la asimetria de los costes. En los países más ricos, comer es muy barato y disponer de teléfono móvil es más barato aun. En España, es relativamente asequible una conexión a Internet aunque sea de las más caras de Europa (más, en comparación de poder adquisitivo). Reducir el consumismo simplemente tendría como efecto inmediato que los recursos se distribuyesen en una porción de la población más limitada. Lo mismo con la extensión del concepto de calidad utilizado en esta teoría conspirativa.

Por supuesto, el sistema productivo moderno debe de sufrir muchos cambios y adaptaciones. Pero para entender la falacia que esconde el ataque al consumismo, basta con haber sido pobre durante un tiempo.

Palabras, palabras, palabras...


En el origen, siempre ha estado la palabra. Utilizamos distintas palabras para con frases equivalentes decir cosas distintas; utilizamos palabras que suenen de forma acorde a lo que queremos decir (lo que llamamos "eufemismos"). La mayor parte de disputas ideológicas se deben a matices de determinadas palabras. Hay que estar muy alejado del mundo real, como nuestro insigne Bosque (el de letras, no el de balones), para sostener que presionar sobre el lenguaje no realiza cambios en las sociedades.

Quizá el tratamiento más curioso del lenguaje sea la Neolengua de 1984. Orwell se inspiró en las técnicas comunicativas de las dictaduras, quizás fundamentalmente el trabajo de Goebbels. Es más, puede ser cierto eso de que "aquello de lo que no se habla, no existe", que fundamenta parte del paradigma de las redes sociales.

También es cierto es que el uso del lenguaje para influir a las sociedades fundamenta buena parte del márketing moderno. Nuestros académicos parecen ser víctima de un sistema educativo en exceso compartimentado, donde los especialistas en ciertas disciblinas se forman ignorando lo que al fin y al cabo forma parte del acerbo cultural común.

Por supuesto que se puede cambiar una sociedad con las palabras; podemos imaginarnos a Kurzban respondiendo entusiasmado: "si no, ¡para qué íbamos a querer hablar!!"

3 comentarios:

  1. Que tal Karl !
    Joer, buen tocho! Te lo pregunté una vez y me dijiste que no, creo que me mentiste! ¿Seguro que no has estudiado filosofía??? ;)
    Vi el programa del Punset al que te refieres.
    Y para fraseando aquella pintada sobre Eric Clapton, diré que: "Richard Dawkins is God" (Toda una paradoja) ;)

    Permiteme que te recomiende un par de libros:
    - El mundo y sus demonios: la ciencia como una luz en la oscuridad de Carl Sagan
    - El espejismo de Dios tambien de Dawkins

    Salud !!

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    1. El de Dawkins ya lo he leído; de Carl Sagan... bien, por entonces era muy pequeño (es posible que hayan sido sus programas los que de crío me lavasen el cerebro de tanta cosa rara que me querían meter en la cabeza? xdd

      Salud!

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  2. Estupendo análisis. Me gusta tu modo de enfocar las cosas a vista de pájaro. También ví ese documental de Punset ¿Será la conclusión que el ser humano no tiene remedio, o quizás que el Universo entero se desenvuelve como debe?

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