domingo, 3 de mayo de 2009

Etiquetas y nombres

Una de las curiosidades más notables del pensamiento político es su simplismo. Con frecuencia, ideologías complejas se reducen a un nombre, una suerte de marca, como si unas zapatillas deportivas se tratasen.

Un ejemplo relativamente sencillo es la asunción de que el socialismo es una ideología de izquierdas. Un poco de reflexión puede hacer ver que esto no es necesariamente cierto. El socialismo lo único que propugna es la igualdad de clases (lo que implica la distribución de recursos entre toda la sociedad). Mejor dicho, para el socialismo el individuo debe de someterse al beneficio de la sociedad en su conjunto. Hay muchas formas de expresar este sometimiento, y que todo el mundo piense en los sistemas asiáticos y rusos es un mero accidente histórico por la importancia de los países involucrados en el concierto mundial.

Si la ideología de derechas es la que propugna la mínima intervención del estado en los asuntos económicos, el anarquismo es un ejemplo extremo de socialismo. Es tan igualitario que considera a todos los miembros de la sociedad como iguales, al punto de eliminar la clase dirigente "por definición". Sin embargo, una sociedad "sin estado" no deberia preocuparse de la intervención del inexistente estado.

Entre el socialismo comunista y el anarquismo hay toda suerte de ideología, con mayor énfasis o matización de algún aspecto de las dos corrientes socialistas mayoritarias.

Sin embargo, mi idea no es hablar de las distintas gradaciones entre anarquismo y comunismo, sinó enfatizar el uso de las etiquetas con significados erróneos.

Ejemplo mayor es la etiqueta de "liberal". Modernamente un sector del partido popular se define sin el menor rubor como "liberal", pero bien que otorga un sentido especial a esa etiqueta. Para estos, el estado debe garantizar el status quo de la sociedad actual. Compárese esto con los liberales anglosajones y su "meritocracia".

Por ejemplo, para dicho sector doctrinario español, la iniciativa privada debe ser estimulada por el estado. Sin embargo, dicha ayuda está dirigida de forma invariablemente hacia las clases dominantes, que tienen los recursos de capital necesarios para dicha iniciativa. Así, si bien es cierto que existen grupos económicos partidarios de que los grupos de capital apuesten por la iniciativa de aquéllos que tienen capacidad de trabajo y talento pero que no disponen de capital para desarrollar sus proyectos en una sociedad capitalista, es cierto que dichos grupos son minoritarios dentro del pensamiento liberal.

En realidad, sólo hace falta ver las figuras promovidas como "representativas" por dicha corriente. ¿Dónde alguien con talento? ¿Se refieren a la Presidenta de la Comunidad de Madrid? Cuántos en ese partido han alcanzado la cumbre partiendo sin recursos?

De hecho, la capacidad económica de ese sector dentro del Partido Popular es su principal baza para promocionarse de cara a alzarse con el poder. Pero, de nuevo, ¿de dónde sale la idea de su capacitación para la gestión económica? Es muy sencillo apuntarse un ciclo alcista como fruto de la gestión de un gobierno, pero es más realista hacer consideraciones más generales.

Lo más fácil es estudiar la cuestión paso a paso. Por ejemplo, deberíamos definir la política que ha seguido un gobierno, para saber si ésta pudo o no tener como resultado el éxito económico.

Observamos que el gobierno popular tiene dos partes bien diferenciadas. Un primer periodo entre 1996-2000 y otro en el segundo mandato entre 2000 y 2004.

Anotamos que existe una gran diferencia entre ambos periodos: en el primero, gobernaba en minoría con una suerte de coalición con grupos cristianodemócratas (de derechas) nacionalistas; en el segundo, con mayoría absoluta.

Es común adjudicar lo que nadie niega que fue un desastre, el segundo mandato, con una especie de "ser absorbido" o "vencido" por el poder; sin embargo, es más sencillo considerar que la lucha por conciliar posiciones distintas con frecuencia produce soluciones más correctas que las propias. Así, en lugar de un "rodillo" que acabó con la gloriosa política del partido popular del primer periodo, lo más probable es que la influencia de partidos que, con sus limitaciones, están "mejor equipados" económicamente (en especial CIU) pusieran la política económica española en la senda de al menos los objetivos.

Pero es una cuestión mucho más interesante estudiar estos "objetivos" y sobre ellos me extenderé un poco.

Primero. Existe un refrán que reza "pan para hoy, hambre para mañana". Esto se refiere a que conseguir cumplir las necesidades del momento inicial necesita comparablemente menos recursos que garantizarlas de forma permanente. En las clases de primaria suele explicarse con el ejemplo del árbol y la escalera. Es menos costoso subir al árbol, y la escalera sólo compensa los recursos que precisa para su construcción si puede ser utilizada en las suficientes ocasiones. Esto implica el concepto que debe subyacer a toda gestión socioeconómica: planificación.

La planificación es otra etiqueta con uso extraño. Los comunistas se adueñaron de ella para expresar algo sutilmente distinto. En lugar del uso general y abstracto que recoge, los comunistas lo utilizaban para la gestión inmediata y concreta. Es muy probable que esa fuera la causa principal de su ocaso. Una sociedad sin planificación no puede garantizar que los recursos productivos se utilicen de forma eficiente a lo largo del tiempo.

Un comunista ruso podía hablar de una granja en la que se producían 727 lechugas en abril y 258 kilos de patatas en octubre. Se medían los recursos naturales de una región (en presente) y se asignaban a la producción esperada (en presente). Si un lugar se especializaba en patatas, produciría patatas aún cuando el propio estado prohibiese su consumo.

Sería un error asignar este problema solamente a los sistemas comunistas. Éstos sólo los menciono en cuanto al uso de la etiqueta "planificación", pero la verdad es que todos los sistemas productivos heredaron los mismos errores. De hecho, la transición entre la produción de un bien en un lugar determinado y la produción de otro bien distinto en el mismo lugar se suele denominar con el eufemismo "reconversión", que esconde el hecho de que durante mucho tiempo los trabajadores de las industrias anteriores están en paro con mayor o menor protección social y los costes de desmantelar industrias enteras para erigir otras que sin embargo no suponen más que mínimas variaciones.

Segundo. Es razonable pensar que debería haber concordancia entre los objetivos propuestos y los recursos que se disponen para su consecución. Así, un país industrial no se consigue promoviendo las agencias de viajes, como una política medioambiental seria no puede seguir a un esfuerzo industrializador elevado. Es notable que esta circunstancia afecte más aún al actual gobierno socialista que al anterior: diagnostican bien los problemas, pero apenas emprenden medidas para ellos.

Tercero. Es de perogrullo que los objetivos esperados deban de coincidir con los propuestos. Sin embargo, al gobierno del PP esto parecía atragantárseles. Cumplían una serie de objetivos macroeconómicos obviando por completo el objetivo de dichos objetivos, dicho de forma algo redundante pero exacta. Así, por ejemplo, ¿por qué es malo para un país la inflación moderada? o más modernamente, ¿por qué es mala la deflacción?

Es de esperar que si los precios de los bienes crecen de forma que el crecimiento económico que los producen pueda asimilarlos, no debería haber problema. Es decir, en un entorno económico supranacional como el europeo, la diferencia en los niveles de renta y de precios deberían reducirse. Eso implica, de forma necesaria, que los de alguna región deben de subir, bajen o no los del entorno. ¿Y?

Hay muchas razones generales para que el control de la inflación sea una herramienta económica de un estado; sin embargo, no debería confundirse la herramienta con el fin: igual que no debemos utilizar un cuchillo mellado, un hacha sólo sirve para cortar leña.

Por ejemplo, de los distintos componentes de la inflacción de los últimos años, el factor principal era el de la vivienda, que excedía con creces la inflación del resto de los componentes. ¿por qué nadie previó que un alza anual de un 17% era necesariamente un problema, y no la media de un 4%? mejor dicho, ¿qué esconde una inflación con un comportamiento tan heterogéneo de sus diversas componentes?

En fin, puede que sea imposible tener políticos mínimamente interesantes, pero que al menos no nos metiesen sus tonterías en la cabeza sería de agradecer.

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